lunes, 14 de abril de 2008

Palabras para el Bienestar, Concha Barbero

Hoy os quiero dejar con un extracto del libro Palabras para el Bienestar de Concha Barbero. Ante todo darle muchas gracias por participar de este blog, y colaborar a que tenga vida, y además por dejarme publicar este trozo de su libro que veo tan definitorio de lo que entiendo por Enfoque Holístico. No me siento tan solo a la hora de decir, hay que ser feliz en cada uno de los momentos de tu vida, y si hay momentos de vida que no te llenan, cámbialos.

--
Y ya en otro ámbito, en el de las relaciones laborales, veo un submundo en el que se dan todas las circunstancias de la vida, en general. Ahí es precisamente donde más sorprendente resulta que concedas tu amor, entendido como amistad plena y sana, sin esperar nada a cambio. Los intereses, el provecho, el beneficio que se pretende obtener para “ser algo o alguien más” fuera de ese contexto, a veces, ciega el alma. Parece que hay que sacrificar ocho horas de tu día siendo superficial, serio, aburrido, manipulador o manipulado, porque luego siempre te queda “la vida de fuera”, donde puedes ser tú mismo. Personalmente, creo que hay que tomarse el día como una unidad y tratar de comportarse de la misma manera dentro y fuera del ámbito laboral, siempre dentro de una coherencia y responsabilidad en cada situación.
“¡Al trabajo no se va a hacer amigos!”, he oído en más de una ocasión. Pues, sinceramente, creo que si haces amigos en el trabajo no sólo se te hará más agradable la jornada, sino que también se enriquecerá y armonizará el ambiente, y se realizarán las actividades de una manera más placentera y, como consecuencia, más productiva.
Pero lo cierto es que a la mayoría de las personas les cuesta mostrarse como son cuando cruzan el umbral de su empresa, con la misma naturalidad con que lo harían cuando están solas, en sus casas, con su gente; es raro que nos enseñen su lado amable y espontáneo. Se juega a ser el empleado o el líder eficiente. Se pone uno la careta del trabajo, y se deja fuera la propia. Se ofrece un semblante preocupado, temeroso y educado (en el mejor de los casos). Esto sucede porque los humanos necesitamos estar integrados en algo, y se toma el entorno de la empresa, del trabajo, aquel en el que pasamos más horas (siempre he pensado que demasiadas, si analizamos la levedad de nuestra vida), aferrándonos a él para formar parte de una comunidad, para darle un “sentido” a nuestro día a día. Y sí que es cierto que en el trabajo se puede sentir uno muy pleno, sobre todo cuando lo que haces coincide con lo que te apasiona, pero aún más si se cuida el respeto, la armonía y la humanidad de las relaciones, porque, a fin de cuentas, son precisamente las personas las que mejoran las organizaciones. Hay que cuidarlas.
Puede que poseamos sobrados conocimientos profesionales y académicos, pero no hayamos ejercitado la inteligencia emocional y actuemos permanentemente guiados por el miedo. El afán por mantenernos en el poder, por ser reconocidos por los que se sitúan en un nivel profesional superior, y por aferrarnos a lo material puede conducirnos a que nos olvide lo que realmente somos: personas; nos hace insolidarios y distantes, y digo nos hace, porque, probablemente –o con toda seguridad– en la mayoría de nosotros haya un excelente fondo, lo que ocurre es que escalar puestos, recorrer medio mundo y hacer tratos con cientos de personas no nos proporciona la conexión y el viaje más efectivo: el que emprendemos hacia nosotros mismos. En todo caso, nos olvidamos de lo fundamental, que la dignidad hacia uno mismo abre las puertas de los más insignes despachos. Atreverse a ser honestos, a compartir, colaborar y querer a los que te rodean a diario es más que suficiente para triunfar, porque el trabajo es parte de la vida, no es un paréntesis, y las consignas, los comportamientos y las actitudes que nos hacen ser felices fuera de él, son igualmente válidas en él.
Dirige bien aquel que es, en el más amplio sentido de la palabra, bueno. Es bueno el que confía en los demás, el que está libre de miedos y permite que aquellos a los que conduce puedan mostrar lo mejor de sí mismos. No tiene miedo el que se siente libre e igual a los demás. Es libre el que no se siente amenazado por nada, porque, en realidad, no hay nada que temer.
La inteligencia emocional no puede medirse con parámetros ni cocientes; la mejor manera de hacerlo es observar el rostro radiante de quien la posee.
Es necesario sanear las cuentas de un negocio, pero no lo es menos sanar las mentes dispersas de todos los implicados en él, los que lideran y los que son liderados. Cada vez toma más fuerza en el entorno laboral la idea de que el buen desarrollo de las relaciones personales y la práctica del buen humor y de la cordialidad genera no sólo beneficios en la economía de las empresas y organizaciones, sino también en la salud mental de los seres humanos que conviven en ella buena parte de su vida.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias a ti, Quique. Escribo en tu blog, porque me identifico plenamente con tu enfoque (nunca mejor dicho :-).

Ya sabes aquello que dijo Richard Bach:

“Los iguales se atraen. Limítate a ser quien eres: sereno, transparente y brillante. Cuando irradiamos lo que somos, cuando sólo hacemos lo que deseamos hacer, esto aparta automáticamente a quienes nada tienen que aprender de nosotros y atrae a quienes sí tienen algo que aprender y también algo que enseñarnos”.

Un abrazo.

Concha

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con este continuo que debe darse entre la vida profesional y la laboral. Creo que todavía arrastramos épocas pasadas en las que jugabas un rol muy diferenciado en la empresa y fuera de ésta. Al cruzar la puerta y dirigirte hacia tu puesto de trabajo, debías ser serio, centrado en la tarea y sacar adelante tus objetivos, daba igual la calidad de las relaciones que mantenías. Actualmente está de moda algo que considero necesario y que venimos pidiendo las nuevas generaciones: queremos trabajar, pero también queremos disfrutar de nuestra vida a parte de la organización. Creo que tu enfoque va más allá, difuminando muy mucho este límite, estableciendo un contínuo,planteando la posibilidad de disfrutar en el trabajo, mostrándose uno mismo tal y como es (de manera responsable) y conociendo tus compañeros más allá del plano profesional y superficial.

Luismi

Anónimo dijo...

Déjame que las repita, porque son hermosas y estimulantes las palabras que nos recuerdas, palabras que evocan buenos sentimientos, palabras que nos dan respuesta al propósito vital de cualquier hombre o mujer de bien: Dirige bien aquel que es, en el más amplio sentido de la palabra, bueno. Es bueno el que confía en los demás, el que está libre de miedos y permite que aquellos a los que conduce puedan mostrar lo mejor de sí mismos. No tiene miedo el que se siente libre e igual a los demás. Es libre el que no se siente amenazado por nada, porque, en realidad, no hay nada que temer Pa

Quique dijo...

@Concha. Gracias de nuevo por tus inspiradoras palabras. Ya has visto los comentarios que ha generado, que te invito, si lo deseas a contestar.
Una alegría el encontrar a más gaviotas volando hacia horizontes similares.

@Luismi. Creo que las empresas van a tener que integrar en su política de adquisición y retención de talento, la gestión de la felicidad de sus empleados. Desafortunadamente, esto se irá haciendo poco a poco y en las clases con más estudios que tienen más posibilidad de elegir.

@Pa. Sí, me encanta la idea de los líderes como buenas personas. Líderes emocionales, que sepan dónde están en sus vidas para poder dirigir a otros. Lo decía Castiñeira, creo.

Anónimo dijo...

Pues, Quique, no se me ocurre otra cosa para responder a Luismi y ¿Pa? que remitirles al texto de Bach y alegrarme, como tú, de que haya personas que compartan este punto de vista de unidad con la totalidad. La suma de personas con esta perspectiva vital puede cambiar el mundo.Yo me encuentro últimamente con muchas. A ver si puede ser :-)

Un abrazo

Quique dijo...

Pues manos a la obra. Cambiemos el mundo.
Y que Luismi y Pa(pa) lean el texto de Bach!

Un abrazo,

Quique

Javy dijo...

La cruda realidad es que el siglo XXI se acaba en la entrada de muchas empresas y se entra en la Edad Media.
Eso no quiere decir que en la Edad Media no se pudieran hacer amigos, pero basta echar un vistazo a la historia para ver que no eran buenos tiempos para la lírica.
Aún así, opino que la cosa ya está cambiando; las empresas que no tengan mandos con un mínimo de inteligencia emocional están condenadas a la quiebra... eso espero
Salu2.0, Javy